26 de noviembre de 2013

Entrevista a la politóloga María Cecilia Míguez: "Se trata de un Estado atravesado por la complejidad de la dependencia"

PH Nº3
María Cecilia Míguez es docente e investigadora. Recientemente ha publicado el libro "Los partidos políticos y la política exterior argentina".





Pensar Históricamente: Para empezar nos interesa saber cómo llegaste a tu tema de especialización, la historia de “las relaciones internacionales” o “la política exterior” de nuestro país…campo que entendemos no es (¿o no era?) de los más frecuentes en nuestras universidades y centros de investigación…

M. C. Míguez: Hace muchos años, 2001, cursé un seminario en el Instituto de Investigaciones Históricas Económicas y Sociales de la FCE, que dirige Mario Rapoport. Era una materia optativa de la carrera de Ciencia Política,  que yo cursaba. Allí me encontré con investigadores que trabajaban sobre los temas que me interesaban: se preguntaban por la política en la Argentina, pero comprendiéndola en el marco del devenir de su estructura económico-social y dándole importancia justamente al modo de vinculación con el mundo. Ello significaba, entre otras cosas, abordar el tema de la dependencia como problemática política concreta. Es un enfoque particular de las relaciones internacionales, profundamente interdisciplinario, y que en su momento, fue pionero respecto de la necesidad de vincular factores internos y externos en la comprensión de los fenómenos políticos, económicos y sociales. Ese seminario permitió mi incorporación a la Cátedra de Historia Argentina de la carrera de Ciencia Política, y luego a la Maestría en Historia Económica y de las Políticas Económicas.

PH: ¿Tenés alguna explicación sobre porqué una cuestión tan determinante de nuestra historia contemporánea, a saber: las formas en las que nos relacionamos con las potencias (y también con otras naciones oprimidas) ha sido un campo, por lo menos aparentemente, tan descuidado durante mucho tiempo…?

M.C.M: Bueno, si analizamos las temáticas que la ciencia social ha abordado en los últimos años, nos damos cuenta fácilmente de que después de las denominadas Teorías de la Dependencia, vino un gran vacío respecto de la comprensión de las relaciones de poder en el sistema internacional y especialmente respecto de la situación particular de los países como la Argentina. Ello se debe, entre otras cuestiones, a que la Teoría de las Relaciones Internacionales tiene un fuerte componente prescriptivo, es decir, en cada momento histórico, las corrientes hegemónicas de esta disciplina se imponen no sólo para explicar y justificar el orden existente sino también para recomendar cursos de acción a los países. La década de 1960 coincidió con el auge de la discusión profunda sobre la inserción internacional de América Latina, como consecuencia de la Revolución Cubana y de la radicalización de distintos proyectos populares en el continente y en la Argentina. Desde mediados de los setenta, las transformaciones estructurales provocadas por la dictadura y el avance del neoliberalismo, provocaron que se abandonara la investigación sobre las relaciones de asimetría que caracterizan al sistema internacional y su influencia en la política doméstica. Todo ello de la mano de los discursos que exaltaban la idea del mundo-uno, de la globalización, del fin de las ideologías. Ocultar esas cuestiones tan relevantes permitió justificar los alineamientos con las potencias, y considerar como error todo tipo de confrontación política.

PH: En relación a estas cuestiones tal vez convenga que sintetices como enfocás la relación entre “política exterior” y “política interna” en un país con las características de Argentina

M.C.M: La diferencia entre los países dependientes y los que no lo son, es que en los primeros existe una particular relación entre ambas variables, porque la constitución misma de sus Estados modernos está atravesada por la vinculación con las potencias y metrópolis dominantes en la etapa del imperialismo. Ello deviene justamente en un rasgo estructural que hace que, como bien indicaba Horacio Ciafardini, el denominado “factor externo” opere como factor interno en la escena misma de la política.
Es decir que siendo el Estado la llave para la conformación de un patrón de relaciones internacionales a través de la implementación de sus diversas políticas públicas, merece destacarse la cuestión de que se trata de un Estado atravesado por la complejidad de la dependencia, es decir, donde han aparecido como parte del bloque en el poder sectores directamente vinculados con las potencias predominantes del sistema internacional.
Por ello, cuando estudiamos la política exterior en todos los países, la política interna es una variable a tener en cuenta, pero en el caso de los países dependientes, la imbricación es aún mayor.
En síntesis, para explicar la relación entre la Argentina y la Unión Europea, por poner un ejemplo, no sólo hay que remitirse a las relaciones diplomáticas, tratados, inversiones realizadas, etc, sino también a cómo las medidas de política económica interna promueven o dificultan la relación con esa potencia.

PH: En el libro que publicaste recientemente (Los partidos políticos y la política exterior argentina) sostenés, y a nuestro juicio demostrás, una tesis central: que en los años noventa hubo un “consenso de fondo” en el rumbo político “neoliberal” y en la política exterior de alineación diplomática con EEUU que se expresó en las principales corrientes del PJ y la UCR, ¿no vuelve esto de algún modo un poco absurdas las polémicas cruzadas durante este ciclo kirchnerista acerca de quiénes fueron los verdaderos responsables de aquella política anti-popular y anti-nacional?

M.C.M: Lo que sucede es que, tal como se describe en el libro, dentro del justicialismo y del radicalismo siempre convivieron tendencias heterogéneas, y que ese “consenso de fondo” implicó el desplazamiento de sectores y líneas políticas. Los responsables están tanto en uno como en otro partido. El kirchnerismo heredó a corrientes que habían sido partícipes nodales de las transformaciones de los noventa, pero interpeló a otras líneas que habían sido desplazadas por la hegemonía neoliberal. Ello le permitió reconstruir una identidad discursiva que retoma banderas históricas del peronismo, enfrentadas al discurso neoliberal. El modelo actual dista en muchos aspectos de esas políticas (y mantiene continuidad en otros), tiene mucho más en común con estrategias neo desarrollistas, por ejemplo, y también ello implica cambios en las relaciones internacionales y los “socios”. En síntesis, si eludimos la heterogeneidad de ambas fuerzas políticas no podemos comprender el devenir de nuestra política actual. Así como para los noventa hay que comprender que el consenso se gestó entre fracciones hegemónicas de la UCR y del PJ, desplazando a otras, ante el estallido de ese consenso en 2001, también surgen nuevas tendencias heterogéneas. Hoy la disputa dentro del peronismo da cuenta de ello.

PH: También nos pareció entender en tu texto que decís que ese “consenso neoliberal” entramado por la dirigencia política radical y peronista en los años noventa fue preparado por todo el ciclo previo incluyendo la “sangría” de la dictadura y ciertas tendencias expresadas ya con el alfonsinismo. Es decir que no estaría bien simplificar “los noventa” como mero resultado del “consenso de Washington” y del fin de la bipolaridad, ¿es correcto?

M.C.M: Exactamente. El libro busca poner sobre la mesa la cuestión de que son las dirigencias políticas locales las que hacen posible la dependencia, es decir, que los fenómenos no son resultado o reflejo de determinantes externos, que se imponen “desde afuera”. Sino que las transformaciones operadas en los noventa sin duda se explican en gran parte por el Consenso de Washington y la caída del Muro de Berlín, pero que el modo particular que adoptan se vincula también con cuestiones de orden político interno. Este era uno de los problemas de los enfoques más tradicionales de las Teorías de la Dependencia, que habiendo resaltado la importancia de los factores externos condicionantes, no podían distinguir las especificidades nacionales, al descuidar cuestiones políticas.

PH: También explicas cómo, durante los noventa, las “relaciones carnales” con EEUU, en el nivel diplomático, se combinaron con la “diversificación de la dependencia”, en el terreno económico (analizas por ejemplo el peso de capitales europeos en aquel proceso de privatizaciones timoneado por el menemismo) ¿Cómo se podría explicar esa trayectoria, tanto en sus factores externos como internos?

M.C.M: Tanto fracciones políticas vinculadas históricamente a la socialdemocracia europea, como a los intereses proestadounidenses fueron parte de un mismo proceso de disciplinamiento: la incorporación a las nuevas condiciones de acumulación de la denominada globalización. Ello se relaciona con que tanto los Estados Unidos como Europa hicieron en los ochenta el tránsito hacia las políticas neoliberales, exigiendo para América Latina la liberalización total y la privatización de los servicios públicos.
Por lo tanto, más allá del alineamiento político discursivo, tanto una como otra potencia se beneficiaron de la apertura, del endeudamiento, las privatizaciones y la convertibilidad.
En los noventa se reeditó en algún sentido una nueva relación triangular de la que participaron Estados Unidos y la UE. Como toda relación de este tipo encubre la rivalidad entre las potencias. En la década de los noventa la UE continuó y reafirmó la tendencia a ocupar un papel cada vez más relevante en el escenario económico internacional. En el marco del nuevo orden multipolar, la Argentina y el Mercado Común del Sur (Mercosur) se transformaron en escenario de conflicto y disputa entre las corporaciones europeas y estadounidenses. El análisis de los principales orígenes de la inversión extranjera directa (IED) en América Latina y el Caribe durante esos años muestra que la Unión Europea fue el principal inversor, superando ampliamente a los Estados Unidos y Japón. En los últimos años de la década de los noventa, la Unión Europea se había convertido en la más importante fuente de flujos de IED encaminados a la región.
Ello se dio al mismo tiempo que se producía el alineamiento automático con los Estados Unidos, etapa conocida como de las “relaciones carnales”.

PH: En relación a lo anterior, se ha vuelto un “lugar común” en ciertas formulaciones la idea de que lo que triunfa con la disolución de la URSS y la ruptura de la bipolaridad entre 1989 y 1991 es “el neoliberalismo”, nos parece que lo que afirmás en tu trabajo no es exactamente esto…

M.C.M: Claro, el trabajo asume hipótesis desarrolladas por otros autores, que analizan con certeza la crisis de la Unión Soviética como crisis de la restauración capitalista, un proceso que es muy anterior.

PH: En el libro caracterizas el ciclo de fines de los años 80 hasta el 2001 como de reducción del “margen de autonomía” de nuestro Estado (en particular en política exterior) pero ¿no es ésta una constante de nuestra historia? ¿Qué etapa valorás como de “mayor margen de autonomía” en el terreno de la política exterior (más allá de lo discursivo)?

M.C.M: La constante de nuestra historia es el hecho de ser un país dependiente, y por lo tanto, atravesado por las disputas entre las grandes potencias. El margen de autonomía que la política exterior expresa varía según el tipo de proyecto económico, social, político y de inserción internacional que los sucesivos gobiernos llevan adelante a través de la política pública. Por lo tanto, es fundamental detectar las diferencias aún dentro de un patrón general. El caso de mayor margen de autonomía es sin duda el de los dos primeros gobiernos de Perón. Allí se puede observar cómo a través de la nacionalización de los recursos económicos y la disminución de la injerencia del capital extranjero fue posible elaborar una política internacional que no estaba alineada con las potencias, y que se caracterizó por su carácter antiimperialista.
En otros períodos, se puede detectar políticas específicas que expresan margen de autonomía respecto de una u otra potencia, o que son expresión de un interés nacional subyacente. Es el caso del reclamo por la soberanía de las Islas Malvinas, por la soberanía sobre los recursos naturales, la lucha contra la intervención de las potencias, etc.
Si no detectamos esas cuestiones, tampoco podemos hacer una caracterización completa de los distintos gobiernos y sus complejidades.

PH: En conexión con las novedades del escenario internacional en los comienzos del siglo XXI ¿cuánto del “anti-norteamericanismo” de varios gobiernos latinoamericanos debería ser ligado a un mayor “margen de autonomía” de dichos Estados y cuánto al avance de los intereses chinos en la región? ¿No resulta casi chocante que el Poder Ejecutivo Nacional argentino expresara públicamente, como ocurrió hace algunos meses, que le resultaba un hecho muy relevante la renovación de autoridades al frente del PC y el Estado chino?

M.C.M: Dado el carácter estructural al que hicimos referencia, en la Argentina y en la región se ha dado en forma reiterada la estrategia de recostarse en los vínculos con una nueva potencia para lograr márgenes de autonomía respecto de otra.  Por lo tanto, históricamente en las formulaciones antiestadounidenses han coincidido algunos intereses pro europeos con otros defensores de un interés nacional genuino –tal como sucedió con la lucha contra el ALCA-, y más recientemente, intereses asociados a la profundización de los vínculos con China.
Sin embargo, la clave está en desenredar esa heterogeneidad que coexiste. No hay un único factor explicativo. Es un dato objetivo el hecho de que las enormes ventas hacia el continente asiático en un contexto de altos precios de los bienes primarios en el período 2003-2008 permitió un distanciamiento de los dictámenes de los Estados Unidos, y también lo es que la potencia del norte tuvo en esos años otros frentes más urgentes. Sin embargo, ello por sí solo no puede explicar todo el contenido de la política exterior de los gobiernos latinoamericanos.
El avance de China como mercado es abrumador en todo el continente y sin duda, se transforma en un actor central, sobre todo porque las relaciones que construye con los países de la región denotan claramente vínculos de centro periferia. El caso argentino no escapa a esas características. Sin embargo, algunos gobiernos, en distinto grado y diversa medida, han ensayado políticas que sí pueden considerarse como expresión de corrientes nacionales.

PH: ¿Qué valor pueden tener instituciones regionales latinoamericanas como UNASUR y CELAC ante procesos como el que estamos asistiendo de una nueva agresión de EEUU (y otras potencias) a naciones oprimidas como es el caso de Siria? Y en términos más generales ¿qué alcances y límites, analizas que tiene el proceso regionalización “latinoamericanista” de los últimos años?

M.C.M: Creo que el proceso de integración del continente que caracterizó al período posterior a la gran crisis del neoliberalismo de principio de siglo XXI es muy importante en términos políticos, y que tiene un gran impacto político sobre todo para los países que la conforman, pero que, aún con sus limitaciones, constituye una amenaza latente para ciertas potencias mundiales. Sin embargo, las dificultades que tiene ese proceso para avanzar en cuestiones económicas y de integración estratégica que permitan de fondo una mayor autonomía, constituyen el límite más claro de ese proceso. Y muchas de esas dificultades tienen que ver justamente con la gran heterogeneidad de los gobiernos latinoamericanos y las políticas que han implementado.
Actualmente el escenario difiere del de comienzo de siglo, puesto que toda una parte de América Latina está vinculada estrechamente con los Estados Unidos, y con la Alianza Pacífico.
Esas instituciones podrían ser útiles para avanzar en proyectos de integración económica que avancen en la protección del capital nacional en cada uno de los países, de carácter antiimperialista, ese es el mayor desafío, teniendo en cuenta la heterogeneidad que describía recién y la creciente rivalidad entre la potencias.

PH: En relación a este nuevo curso de guerra e intervención de los imperialismos ¿no parecería un fracaso de las teorías (como la de Tokatlian / Russell) que pretenden que se pueden “utilizar las instituciones mundiales (ONU u otras) para restringir el poder de la potencia e inducirlo a la adhesión o al cumplimiento de las normas internacionales existentes”?

M.C.M: A veces la propia disputa antiimperialista opera como freno a los intereses de alguna de las potencias en particular, como sucedió recientemente respecto de la posición de Estados Unidos con la intervención a Siria. Sin embargo, ello no significa que es en estos ámbitos donde pueda expresarse la voz de los países oprimidos. Como te decía antes, la búsqueda del interés nacional en términos económicos, políticos y estratégicos por parte de los países periféricos se relaciona directamente con el recorte o el fin de las condiciones económicas, políticas y sociales de la dependencia. Hemos afirmado que especialmente en el caso de estos países, dadas las características de su formación económico-social, la política exterior constituye un área esencial, porque es donde el Estado expresa la relación con las potencias, condicionante y condicionada por el proyecto económico, social y político interno que promueva. Por lo tanto, el área de la política económica exterior está profundamente imbricada con la política económica doméstica y con los procesos sociales y políticos internos. La posibilidad de construir una autonomía nacional sí incluye necesariamente, en las condiciones actuales, de las alianzas y relaciones que contribuyan a potenciar esa autonomía. Puede ser en el espacio regional, pero no es el lugar lo que hace a la paridad. Por lo tanto es interesante pensar más que en una autonomía relacional -como dicen esos autores- en una autonomía horizontal. Es decir que si una de las cuestiones nodales para resolver la problemática nacional en los países periféricos es la ruptura de la relación de subordinación, lo que define quiénes son potenciales aliados en ese camino es justamente la ubicación en esa contradicción. La posibilidad de construcción de autonomía en forma colectiva requiere de relaciones de relativa simetría, es decir de carácter horizontal, frente a las cuestiones que constituyen la contradicción principal en el momento histórico determinado. Por ejemplo, fue el antiimperialismo, o la necesidad de mantenerse al margen de la disputa durante la Guerra Fría, lo que generó los movimientos de países más significativos: el Tercer Mundo, el Movimiento de No Alineados, el caso de la lucha de los países africanos contra el apartheid, etc.

PH: En relación a un tema siempre prioritario de nuestra política exterior (e interior) como es el reclamo por Malvinas ¿qué saldo creés que está dejando este ciclo kirchnerista?

M.C.M: Me parece que especialmente teniendo en cuenta la política de la que veníamos, ha habido muy importantes avances, durante este ciclo político. Desde la asunción de Bielsa como canciller, la novedad el contenido ideológico del discurso, cuando se calificó al reclamo no solamente como “irrenunciable”, sino que sostuvo que se calificó al dominio británico como una “vulneración mediante una acción imperialista decimonónica de la soberanía e integridad territorial de una república independiente” y más adelante como “enclave colonial”. Se denunciaron en 2005 por primera vez los sistemáticos actos unilaterales del gobierno británico en el área de prospección sísmica de hidrocarburos, la adjudicación de licencias para la exploración y explotación de minerales, la venta de licencias de pesca en la zona disputada y las acciones de policía de pesca en el Atlántico Sur, entre otros temas, así como la inclusión del archipiélago en la Constitución de la Unión Europea. Sin embargo, lo más importante a mi juicio es que en 2007 el gobierno argentino dio por terminado el acuerdo que tenía con Gran Bretaña referido a la exploración y explotación de hidrocarburos en el área sujeta a la disputa de soberanía y la profundización de la estrategia multilateral, ya que se han incluido presentaciones argentinas por el tema Malvinas en el Comité de Descolonización, el Grupo de Río, las Cumbres Iberoamericanas, las reuniones del Mercosur, las Cumbres de Países de América Latina y el Caribe, de América del Sur con los Países Árabes y, recientemente en la Unasur y en la CELAC. En el tema Malvinas, ha habido importantes adelantos en cuanto a la recuperación simbólica y política de la cuestión; la etapa conocida como de “desmalvinización”. Asimismo pienso que es fundamental anular los acuerdos de Madrid menemistas que siguen vigentes. Por ejemplo, la limitación al giro de utilidades de sus empresas en el país o el bloqueo a los insumos británicos para la industria podrían ser medidas concretas, ya que tienen la capacidad de lesionar realmente sus intereses en el país y forzar la negociación.