28 de noviembre de 2013

Editorial PH Nº3: Política e Historia

Transitamos los días del final de un ciclo. Aún no está escrito qué perdurará y qué no de la etapa que parece cerrarse. Ni qué formas adoptará la “transición”. Pero está en curso.

La realidad se empecina en derruir los relatos construidos por las clases dominantes. Tanto el discurso kirchnerista como el de la oposición sistémica están en apuros. El plano de la ideología no hace más que refractar los problemas de la materialidad social. El esquema económico y político que desde 2003 le permitió al poder recauchutarse y superar las dificultades emergidas alrededor del 2001 ya no se sostiene con facilidad. Y sus coberturas argumentales tampoco. Si bien no estamos en aquella cresta de luchas la clase obrera y diversos sectores populares, en condiciones bien distintas, mantienen su capacidad de lucha.



El grupo de intelectuales nucleado en Carta Abierta insiste en agitar el espantajo de algo que llaman “neoliberalismo” (por supuesto no mentan jamás al capitalismo-imperialista) pero para hacerlo deben eludir la mención de una serie de hechos producidos por su gobierno: aumento de la miseria debido al proceso inflacionario, acuerdo de YPF con Chevrón cerrado con represión, arreglos con los “fondos buitres” como corresponde a unos “pagadores seriales” de la deuda externa ilegítima y fraudulenta, continuidad de la masacre de los qom, nombramiento de Milani al frente de la FFAA, funcionarios reconocidamente corruptos (como el presidente en ejercicio Amado Boudou), etc. Aspectos de los que son directamente responsables y que no resultan muy alejados de aquello contra lo que pretenden antagonizar verbalmente. Hoy ya ni siquiera los enredos sofistas de Horacio González o Ricardo Forster pueden salvar al “relato” del asedio de la “real realidad”.

Particularmente los historiadores adscriptos a la épica nacional, popular y federalista han abandonado discretamente el centro de la escena cultural, tal vez a la espera de un nuevo giro camaleónico a lo Pacho O´Donnell, o tal vez sencillamente desorientados ante la desnudez de la esencia de una política que, ¡tras ya 10 años!, no sólo no redujo el peso de los factores estructurales de nuestra dependencia nacional, capital imperialista y latifundio, sino que los aumentó. Eso sí, en beneficio creciente de un nuevo “socio” estratégico: China. En este contexto descascarado la mera referencia de propagandistas como Hernán Brienza o Felipe Pigna a Belgrano, Moreno o algún otro prócer como remotos antepasados del kirchnerismo ha sido cancelada por la actualidad. Y remachada por el resultado electoral.

Por su parte entre los cerebros ligados a Clarín-La Nación y a las variantes políticas de las clases dominantes que se presentan como relevos ante el probable descalabro del oficialismo aparecen también abismos discursivos insalvables. Porque se acerca la hora de presentar los aspectos propositivos, los “cambios” que presuponen resolverán las cuestiones que hoy jaquean a Cristina. Y entonces, sea porque no tienen nada “superador” para ofrecer a este modelo primario-exportador sojero y extractivista-minero, sea porque saben que lo requerido desde sus intereses de clase es un ajuste devaluatorio más o menos fuerte, entonces prefieren callar o repetir fórmulas vacías como aquella de la “calidad institucional” o la del “país serio”.

El oficialismo y los que pugnan por ser su relevo coinciden más de lo que les gusta admitir en público. Esto va tiñendo el fondo de la situación, tras las rencillas del primer plano.

Se ha hecho público un affaire, que demuestra a las claras las dificultades de la historiografía académica tal como la impulsaron Tulio Halperín, Luis Alberto Romero o Hilda Sábato. Nos referimos a la participación de dos historiadores de lo que Eduardo Saguier llama “mandarinato mercenarizado”, Fernando Rocchi y Gustavo Paz, en la confección de un libro por el centenario de la empresa Ledesma de la oligárquica familia Blaquier (disponible online: www.ledesmacentenario.com.ar). Estos dos “profesionales” de la historia pusieron sus saberes a disposición de la empresa, accedieron a sus archivos y fueron parte del grupo que produjo una “obra” que exime a esta empresa de responsabilidad por la llamada “noche del apagón”, durante la última dictadura, en la cual desaparecieron decenas de obreros y militantes que los Blaquier querían sacarse de encima. Es decir que mientras existe una causa judicial abierta y, más importante aún, toda la población jujeña, reconoce la responsabilidad de esa empresa en la represión, los historiadores Rocchi y Paz, equipados con toda la “metodología científica” llegaron a esta sorprendente conclusión contra la evidencia más palmaria. Afortunadamente, con el empuje de sectores estudiantiles, el Consejo Directivo de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Jujuy resolvió un repudio al fragmento en el cual se exculpa a Ledesma S.A.

Potentes muestras acerca de a qué resultados concretos conducen tanto la tesis de la ciencia histórica como una mera literatura propagandística de apoyo a un gobierno como la teoría “profesionalista” de la “academia endogámica”, con su legitimidad pendiente exclusivamente de los métodos y de la “reciprocidad de pares”. Frente a esas variantes desde el materialismo histórico planteamos, en cuanto a esta relación historia – política, que el rigor científico no es una exigencia intelectual abstracta, sino una de las condiciones de un análisis político coherente. Y entendemos que ese análisis político de carácter científico debe ser insumo de la lucha liberadora.